Boicot a la farsa electoral

 

El proletariado para derrotar a la burguesía

tiene que estar dirigido por una teoría

revolucionaria con su partido al frente.

Para que las amplias masas obreras puedan

contribuir a derrotar a sus enemigos de clase,

tienen que ser educadas políticamente para que

desplieguen el odio de clase contra el Estado

capitalista, asumiendo que representan como

clase el porvenir de la Humanidad.

 

A partir de Diciembre empezará a leerse en voz alta el guión electoral que ha elaborado la burguesía para los próximos cuatro años. El pistoletazo de salida pondrá en marcha la campaña electoral para elegir al Parlamento Andaluz que designará al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Andalucía, entregando el testigo a otras elecciones para que durante el año 2019 se despliegue todo el guión de la farsa electoral mediante las elecciones a los Parlamentos Autonómicos, las elecciones a los gobiernos locales, las elecciones al Parlamento europeo y, con toda probabilidad, las elecciones generales, en donde se elegirán a los representantes del Parlamento español.

En todas las convocatorias, sin excepción, mantendremos la misma consigna, el BOICOT, que representa el rechazo activo al sistema económico burgués y su forma de representación política, ya sea en su formato nacional como internacional. En cada acción del Estado se pone a prueba carácter de clase (órgano de gobierno colectivo de donde se despliega la política general de la burguesía), no siendo menos las convocatorias electorales, en donde invita a las distintas clases a que participen y consientan los resultados de las urnas, instrumento por medio del cual legitima la explotación y opresión del proletariado, clase interesada precisamente en eliminar sus condiciones de dependencia de la burguesía y, por tanto, del Estado capitalista.

Como toda posición política viene precedida por una irremediable posición de clase que, en última instancia, la determina; hay que estar alerta a los mensajes que se despliegan durante las campañas electorales para que no hagan el efecto que persiguen: hacer digerible el programa con el que se presentan para captar el voto alejándolo de sus contrincantes electorales.

Desde la otra trinchera hay que tener claro un aspecto importante, si lo que se pretende es desenmascarar a la burguesía. No se puede andar con medias tintas, ni llamar a las cosas por otro nombre si lo que intentamos es despejar las dudas que muchos obreros tienen a la hora de qué hacer cuando la burguesía convoca elecciones representativas para elegir a los representantes del pueblo. Hay que tener claro, y así hay que decírselo a los obreros, que la liturgia del voto no se efectúa para elegir a los susodichos representantes, sino más bien a los funcionarios del capital que en su «neutral» función aplicarán lo que verdaderamente se ha elegido por medio del sufragio universal: el programa que el Parlamento, entendido como aparato colectivo de la clase dominante aplicará con la legitimidad que le otorga el resultado de las urnas la política general de la burguesía.

Convoca a dicha farsa a todos los ciudadanos sin excepción aunque con el convencimiento de que ya conoce previamente su resultado, que no será otro que su victoria pues la clase que le puede despojar de su cetro está ausente de la convocatoria. Está ausente en la convocatoria pero gestándose desde los distintos destacamentos de vanguardia su presencia en la lucha de clases que dependerá de sí mismo, es decir, de su proceso de reconstitución como partido político, el cuál dará cuenta de su poder indestructible pues estará constituido por el movimiento revolucionario que caminará hacia la destrucción del viejo poder burgués y la construcción del nuevo poder proletario a través de la guerra popular, genuino instrumento proletario para acabar con el poder de la burguesía.

Esta ausencia como clase independiente de la burguesía favorece que millones de obreros participen en la farsa electoral burguesa pues es notorio que sus voluntades están influenciadas y dirigidas por la ideológica dominante, la cual los somete como autómatas a cumplir los requisitos que le impone el capital. La burguesía y sus colabores revisionistas utilizan argumentos persuasorios para que cumplan con su deber de buenos ciudadanos a favor del parlamentarismo burgués al impulsarlos hacia las urnas con la coartada de que hay que ejercer la democracia, es decir, hacer efectivo el derecho a opinar que tienen todos los ciudadanos sin distinción. ¿Quién se va a resistir a ejercer su derecho a opinar y elegir como le designa los mandamientos de la democracia burguesa? Es como si se le pidiera a un buen católico que negara la existencia de Dios, si en ello precisamente reside su fé, sus creencias más elementales pero a la vez más férreas de comportarse individual y socialmente.

Este argumento, como otros muchos, cala en el obrero común pues no es consciente de su situación real al estar sometido al desenvolvimiento de las relaciones capitalistas de producción, lo que le impide reconocer los ocultos grilletes que le atan al capital, condicionándolo a ser fiel a sus condiciones de explotación y opresión: piensa que la sociedad en la que vive es la única posible, agradeciéndole a su patrón que lo emplee pues es el medio que le garantiza el sustento para vivir. Es incapaz de pensar en un futuro que no sea semejante al presente, si no es con algunos retoques que mejoren sus condiciones de existencia. El obrero común, por las propias condiciones del régimen capitalista, encajona su mente a pensar solo sobre su presente, trabajar por un salario mayor, dándole gracias al patrón que lo contrata), impidiéndose reflexionar sobre su futuro, a no sea para aspirar a ser tan rico como su patrón, es decir, explotar a otros, pues otro futuro no es posible en su cabeza dominada por su proceso de reproducción vital, convertir su salario en medios de consumo.

Para que los millones de obreros común empiecen a desnudarse de su piel de autómata, es decir, empiecen a descifrar el conjunto de relaciones sociales que lo convierten en una pieza necesaria del régimen de producción (productor de plusvalía), es necesario que se ponga en marcha un proceso social que revolucione y ponga en jaque la realidad en que vive y que cree eterna: hace falta que la teoría revolucionaria marxista-leninista que nace del estudio del desarrollo capitalista y de la síntesis de la experiencia histórica de la lucha del proletariado contra la burguesía tome el mando de la lucha de clases y se haga entendible a las masas explotadas como movimiento revolucionario por construir un futuro inimaginable hasta ese momento pero real pues serán ellos, con su actividad revolucionaria, sus artífices. Es a partir de ese momento, cuando el proletariado empieza a caminar políticamente para construir su poder de clase con independencia de la burguesía y en competencia declarada para conquistar su poder de clase. Es entonces cuando los obreros común en unión a su partido comunista empezará a romper sus cadenas ideológicas y políticas que le atan al capital incorporándose al movimiento revolucionario que arrasará de la faz de la tierra el caduco orden burgués.

Mientras tanto, cualquier acto que participe junto a la burguesía no es sino que colaboracionismo, es decir, presta su colaboración para que la burguesía realice su tarea social: explotar la fuerza de trabajo social en su propio interés. Hasta que no llegue el momento de su verdadera independencia de la burguesía, su tarea debe encaminarse a reconstituir la vanguardia proletaria, la punta de lanza de ese movimiento revolucionario elaborando su línea a través del análisis del Balance de su experiencia histórica como clase revolucionaria, así al menos es como ha ocurrido con el triunfo de las dos grandes revoluciones que ha protagonizado. En esta tarea no cabe participar en las elecciones burguesa pues no sería sino como comparsa de la burguesía dando legitimidad a los resultados electorales, a la vez que debilitaría su tarea principal, tanto la de la vanguardia política al desentenderse de su aspecto esencial en estos momentos, como la de los obreros más avanzados al educarlos en la colaboración de clases y no en el conocimiento y debilidades del enemigo para en un futuro penetrar en sus entrañas con el objeto de destruirlo.

Si consideramos la decisión como el resultado de la capacidad de razonar sobre un asunto concreto, el obrero común no tiene decisión sobre la realidad social pues no la conoce, lo cual lo incapacita para decidir libremente. Su «decisión» al depositar su voto consiste exclusivamente en ejecutar la opinión que le transmite la burguesía, clase a la que se encuentra supeditado pues decide sobre esta o aquellas candidaturas, este o aquellos programas. El obrero común, es en este sentido una marioneta de la burguesía, un autómata que ejecuta las órdenes que le transmite la burguesía. Es en pocas palabras el juguete favorito de la burguesía en periodo electoral.

Si no es razonado el voto del obrero común (por desconocimiento de la realidad social), ni independiente, tampoco tiene por que ser respetado, al cual se debe sumisión. En el mejor de los casos debe ser motivo de reflexión con el objetivo de combatirlo, es decir, tenerlo en cuenta para hacer que se transforme en su contrario: en un no voto. ¿Cómo? Aportando argumentos que ponga en evidencia su contenido de clase y para qué utiliza la burguesía dicho voto. Aunque esto no sea lo principal de la actual propaganda de la vanguardia proletaria, se debe tener en cuenta para hacer propaganda revolucionaria, ya que debemos aprovechar cualquier coyuntura para la educación política de las amplias masas obreras desde una posición de clase proletaria dejando bien claro cual debe ser la alternativa del proletariado revolucionario al capitalismo en general y de una manera particular a las manifestaciones concretas del parlamentarismo burgués.

 

 

Este obrero común piensa que los grandes partidos que concurren a las elecciones tienen programas distintos porque unos son de derechas y otros de izquierdas, ajustándose unos y otros a sus planteamientos ideológicos, lo que les convierten en motivo político para ser diferenciados y votados. Así se establece la diferencia para la elección en el obrero común. Este es el mundo ideológico en el que viven (a todas luces un mundo ficticio), pero tremendamente eficaz desde el punto de vista de los intereses de la burguesía, que le hace creer que si son partidarios de los partidos de izquierda o derecha están votando realidades notablemente diferenciadas, cuando en realidad no es más que una trampa ideológica que le tiende el sistema electoral para acoger el conjunto de votos con el objeto de entregarlos indiscriminadamente en la estructura del sistema social, es decir, utilizar los votos de las distintas marcas electorales en una bolsa común. ¿Qué diferencia sustancial hay entre el PP y C’s o entre PSOE y Podemos o entre sus coaliciones respectivas? Todos sin distinción defienden el sistema capitalista como el único posible, diferenciándose en que unos son más «sociales» que otros, como si ello fuera un signo que marcara la diferencia sustancial por el que unos u otros votantes obreros se decante hacia una u otra candidatura.

Las distintas opciones socialdemócratas y revisionistas que concurren a las elecciones burguesas al amparo de la marca electoral izquierda recurre para captar el voto del obrero común a una manipulación política de la realidad que se abre con el escenario electoral. Aporta el concepto de Estado de Bienestar con el objeto de captar la atención de la franja electoral que constituye el obrero común en donde se esconde el programa de la burguesía con otro formato que el de la derecha. Este Estado no es otra cosa que la tradicional sociedad burguesa con pequeños retoques «sociales» haciendo creer al obrero común que es un modelo social que se aparta del capitalismo salvaje que no respeta los derechos humanos (categoría sociológica que da contenido al ciudadano burgués). Lo que consigue la burguesía, a través de estas corrientes de la izquierda sociológica, es encandilar al obrero común con los «regalitos» que ofrece envueltos en papel de celofán colgados en el árbol transgénico del Estado de Bienestar. En esta ficción de la realidad social funciona el marketing como vehículo de convencimiento que se despliega por medio de eslóganes publicitarios para hacer creer a los cándidos votantes que se cumplirán las distintas promesas que ofrecen unas y otras candidaturas.

El Estado de Bienestar es un concepto que maneja esta izquierda para borrar la naturaleza y el carácter burgués del Estado capitalista, que no es más que la organización político-militar de la burguesía con el objeto de concentrar su poder contra el proletariado, al que explota mediante relaciones capitalistas de producción y oprime a través de los distintos aparatos y funciones de esta organización colectiva. El contenido del Estado de Bienestar no es otra cosa que el conjunto de medidas que aplica el Estado burgués para mantener las condiciones generales de reproducción de la fuerza de trabajo social, adecuándola al mantenimiento de la reproducción del capital en las sociedades imperialistas. Es falso que a la burguesía le interesa una clase obrera depauperada, propio del ansia acumulador de la burguesía, aunque también es cierto que no tiene remedio para que se depaupere ya que es una ley que se cumple en el sistema capitalista, es un hecho objetivo puesto que el capital se desarrolla en esa dirección por las condiciones de la propia producción: contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación.

Las migajas que recibe la clase obrera del Estado burgués también tiene un efecto político-ideológico pues contenta al obrero común sedando su alegato por querer mejorar sus condiciones de existencia, integrándolo al proyecto burgués de la reproducción del capital mediante el voto a la alternativa electoral socialdemócrata, a la cual se adhiere el revisionismo y el oportunismo como un mal menor para, entre otras cosas, esconder sus vergüenzas, el abandono a la teoría revolucionaria y su adhesión al proyecto capitalista; en definitiva su abandono a la revolución proletaria que podrían haber tenido en un momento histórico, única alternativa que tiene el proletariado de construir una nueva sociedad sin clases, el comunismo. En este sentido, el Estado de Bienestar no es un proyecto genuinamente obrera, sino burgués bajo la marca socialdemocracia para que pueda ser asimilado por el electorado obrero sin ninguna pretensiones revolucionarias, es decir, la aristocracia obrera que abandera las reivindicaciones políticas y económicas del obrero común. No dudamos que en su origen, cuando aparecen las reivindicaciones que dan contenido al Estado de Bienestar (pensiones, sanidad pública universal, educación pública generalizada, etc.), puediera tener algún sentido dentro del seno de la clase obrera, es decir, cuando se trataba de amortiguar las condiciones infrahumanas del despegue capitalista, pero hoy no tiene sentido que se defienda como una reivindicación estretégica, es decir, al margen y en sustitución de la revolución proletaria mundial, que es como lo presenta la socialdemocracia y sus adláteres políticos: el revisionismo y el oportunismo. ¿No es más bien que tanto la socialdemocracia como el revisionismo y el oportunismo plantean el estado de bienestar como una reivindicación estratégica justamente contra la Revolución Proletaria?

El programa político de esta alternativa burguesa con tintes progresistas u obreristas no difiere en lo sustancial del programa de la derecha tradicional o moderna en cuanto a su expresión: en esencia son dos caras de la misma sociedad capitalista, que se aplicará una u otra dependiendo de la coyuntura política a través del voto mayoritario de los electores que se inclinan hacia uno u otra alternativa programática entrelazadas a un tronco común: el sistema capitalista. Dos programas, semejante en su contenido aunque diferente en cuanto a su forma.

El revisionismo y el oportunismo no tiene más opción que presentarse a las elecciones convocadas por la burguesía para seguir dirigiendo a la sociedad renovando a sus representantes porque su programa político no contempla la revolución proletaria, de la cual abjuraron por irrealizable, al menos la concebida por la teoría marxista-leninista. Es razonable su elección dentro de esta lógica, puesto que si abandonan esa alternativa no le queda más opción que abrazar la hoja de ruta de la burguesía: participar en la farsa electoral para encumbrar el parlamentarismo burgués. De ello depende su existencia y su reproducción como sujeto político colaboracionista del orden burgués, por ello son «respetados» por la burguesía.

Al proletariado no le queda otra opción si quiere liberarse de su explotación que seguir las pautas que le marca la teoría marxista y aprender de su experiencia histórica: reconstituir su partido a través de la lucha de dos lineas con el objetivo de derrotar a la burguesía construyendo su propio Estado mediante la guerra popular revolucionaria.

 
 

FRENTE A LAS ELECCIONES BURGUESAS,

GUERRA POPULAR REVOLUCIONARIA

 

LA ÚNICA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO

ES LA REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL

 

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